que hace tiempo deseche todos los honores de
triunfo en la vida, en mi humildad es un fracaso.
Esta renuncia es un cómodo destino, y el
desengaño ha sido mi única luz iluminada de la
vida.
Se que la derrota es la clave de mi vida,
sufrir es el sistema lógico de mi ilusión.
La miseria es lo mismo, destruye y no
perdona, la arrogancia de no saber sufrir en la
vida, del no querer, del no poder, pero en sus
manos estás.
En el sentido de un amor existente que es
todopoderoso, que ella se siente alegre por su
nuevo triunfo.
Moriré durante la fuerte lucha que tendré
hay sangre, pero si sentimientos puros y eternos.
Se rendirá la blanca paloma, pero en un fin
anunciado a los sentimientos de la dulzura de ella.
La gustan los castillos, no mucho las iglesias,
los bosques con sus cacerías, los lujosos trajes,
el pelo melenudo y con una piel delicada como el
de las doncellas, la hacen ser la más querida.
Es fija como los tapices, entorno a su figura,
que no se inmuta, a su vez ella si se la ve relucir
sus lágrimas caer de sus lindos ojos.
Volará, volará agitando sus alas, recordará en
su memoria mis recuerdos pero perderá con ellos.
Su arrogancia preside de ese amor, ese amor
de sacrificio, pero con pureza que jamás dejarán
de mirar por ella, el sentimiento es una venganza
que sale de su interior, un interior para mi
perverso, que es la ruina y la muerte.
Autor Juan Alonso Nebreda
9 de Marzo del 2013.
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