mi amor se vio envuelta en ella,
se mojaba su piel y sus huesos se
les oía crujir, pero ella seguía, una
sonrisa que se prestaba al compás
de sus pasos y en el triste
anochecer.
Con su cabeza mojada y más
secretos en su sien, llega al refugio
donde un lecho la espera llena de
amor, su cuerpo sigue mojado, el
agua la llega hasta los pies.
En la razón de vivir diaria te
volverás a mojar bajo la lluvia, en
una noche menguada, con las
estrellas rotas y ausentes y bajo
una luna plateada.
Por ese paseo lleno de árboles
sin hojas que no sirven para nada,
ni para cobijarte ni nada, seguimos
caminando en un soportal elegante,
allí si esperamos hasta el resplandor
de las estrellas, hasta el cese de esa
lluvia bien mojada.
Autor Juan Alonso Nebreda
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