Obligándome a aprender de mi rabia, mis impotencias de mi dolor
ese dolor que me sacude , que me ciega mi mente y sobre todo, corroe
mi corazón.
Pisándome, masacrándome, e instándome, a no pensar a callar.
Entonces y solo entonces, me creen preparado para salir del gran
océano de la vida, ese océano del que yo no formo parte, del que yo
soy una isla solitaria a la que nadie acede, a la que nadie quiere tocar.
a la que nadie quiere habitar.
Nací para morir. Y para hablar.
La sociedad vive. Mientras yo agonizo.
Agonizo de impotencia. Ante esta situación.
Agonizo de rabia. Ante esta verdad.
Agonizo de angustia. Antes de morir lentamente.
Agonizo de dolor. Ante la insolidaridad humana.
Agonizo de miedo. Ante esta mirada imposible.
Agonizo de desesperación. Ante esta sociedad masacra hasta la
destrucción , ignorando las vivencias humanas más íntimas, las
necesidades más primordiales, las angustias más intensas, los
medios más profundos.
Esta sociedad que obliga a sentir esa soledad que no permite que
el sol llegue a tu corazón, obligándote a vivir en la más absoluta de
las tinieblas.
Esta sociedad que impone esa soledad que corre la mente, azota
el corazón y destruye el alma. (Continuara)
Autor Juan Alonso Nebreda
24 de Octubre del 2013
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