Cuando las amapolas en el mes de
julio en su tranquila noche, escuchan
la voz del poeta que entre la triste
sombra oscura errante va por su
camino.
A la tarde en su alegría los poemas
recita el trovador, los poemas más
tiernos del dulce amor, se le nota con
sonrisa llena y murmulla el placer de
su amada llena de ilusión.
Al paso por el río, el puente se
abre a su mirada, los peces saltan a
su alegría a la alegre voz, la brisa
suaviza sus palabras a ese acento muy
barón, pero siempre muy halagador.
Pero en la noche negra y muy
solitaria, la luna y las estrellas alumbran
a ese galante y firme trovador, llena de
encanto los lugares que a su paso
anuncia con calma, que lo suyo es la
noche y no el día, para trovar a su
gran amor.
Autor Juan Alonso Nebreda
7 de Enero del 2013
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