Sacude las espigas doradas al loco
aire del festival, con un calor de
primavera sobre una urna de cristal.
Revientan las espigas granadas,
encima de su tronco vigoroso para
aumentar su figura que trillarán
hasta la noche.
Ya están los trigos maduros,
campos inmensos del trigal, campos
buenos de regalar flores al hombre
de corazón verde de ellos, para
poder así esperar.
Este es el fruto de la ciencia,
hombre de manos callosas, solo
por falta de calma los rosales no
dan rosas.
En los llanos calló el sol
repartiendo ámbar de calor en todo
el lugar, para dorar toda esta
maravilla, que es el fruto del pan.
El trigo es el oro del pan de cada
día que suena a una buena melodía.
Ámbar del sol quiero amarte y
divinizarte en las flores, en el grano
y en el vino.
El amor solo me alcanza hasta
besarte, amarte y para divinizarte,
de esta forma hazme divino.
Mi trabajo en la tierra florece con
mis canciones, como el buen vino de
las viñas que perfuman el olor de mis
canciones.
Como fruto olvidado en la campiña,
lloró al campo, darme tus aguas, no
quiero tener rocas, sepulta en la
tierra, en sus surcos, o tomarme mi
vida en tus oraciones, como un grano
de trigo de tus trigales.
Autor Juan Alonso Nebreda
29 de Enero del 2013
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