Al fin conocí a mi amada, de suspiros
tristes y lágrimas cansadas.
Llenaba de gozo a mi corazón y a mi
alma, así como los peces se bañan y las
ramas se mueven de los árboles.
Hasta en mi triste rostro pague el
tributo que ven mis ojos, la invisible mano
que toca con placer la sombra o del aire
que me la deja muerto.
Más que el viento, las fuerzas
canjeadas, los suspiros rescatan y
renuevan las lágrimas se besan por ti.
Por que tu, ángel fieramente humano,
no crees en mi dolor, pero su fruto sin
premio suspira en vano.
Por que envidias a montes levantados
con inmensos desniveles y de nieves muy
llevados.
Me contienen tus dulces ojos bellos de
mirada triste, atónita y serena.
L
os rizos de tu pelo tan atados, y de
cara fría y tan serena, me defienden y yo
quisiera volver a verlos.
Y que burlándome de ellos, el noble
pensamiento por norte visten de plumas
y azota fuerte el viento.
Autor Juan Alonso Nebreda
9 de Mayo del 2013.
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