Las olas de mar braman de un
modo infinito, no oímos el viento
solo el oleaje que cada vez que
llega a la orilla nos arrastra con la
arena.
De cerca vemos el horizonte
cada vez más cercano, el eco cada
vez se oye más lejano, somos
sordos a sus llamadas.
Seguimos caminando entre arena,
nuestro pies se sienten relajados a la
frescura del agua y el yodo del mar
penetra en nuestros cuerpos.
Sabemos que mañana será
imposible hacer lo de hoy, el sol
quema nuestra piel y nos sentimos
relajados al calor del sol.
Pero seguimos caminando entre
la arena y el agua del gran mar en
un profundo y relajante paseo.
Autor Juan Alonso Nebreda
17 de Mayo del 2013
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