Llego el día ansiado, llego el día de
nuestro encuentro, los nervios se
apoderaban de mi, al vernos supimos
que éramos el uno para el otro, al
acercarnos nos besamos en nuestras
mejillas, sus besos me llenaron y me
supieron a algo infinito.
Nuestras miradas eran francas e
ilusionadas, la plenitud llegaba al
fondo de nuestros ojos, nos esperaba
el placer y el éxtasis de los sueños
que en su día nos ilusionamos, pero
se veía en ella una cortesía y una
franqueza en sus palabras, se que no
fallaría.
Las voces cercanas no se oían
solamente la palabra te quiero, sin
apenas pronunciar la salía de su
garganta, sus labios me decían
bésame que necesito tus besos
para alargar esta vida llena de
sentimientos, dichas y placeres.
Llego la hora de amarnos, yo
tenia mucha timidez pero su mirada
me protegía y me ayudaba a
sentirme muy cómodo a su lado,
nos desnudamos, desbordando unas
sensaciones muy difícil de
igualarlas, nuestros labios se unieron
y de ellos se recibió una fuerte
sonrisa de los dos.
Nuestros cuerpos se unieron, éramos
como unos animales que imploraban
libertad, nuestros susurros se oían
latentes, junta entre las emociones y
placeres de nuestro cuerpo.
Ya tranquilos, reposo entre mis
hombros relajada y sosegada me dijo
te quiero, deseo repetir mil veces
estas sensaciones de cariño y de amor
que hemos disfrutado los dos, y ello
fue el sentir de dos seres que se aman.
Autor Juan Alonso Nebreda
16 de Febrero del 2015
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