El amor encendía entre
nosotros como la luna entre
dos palmeras que nunca se
abrazan.
El íntimo rumor de los
dos cuerpos, hacia el arrullo
un oleaje trajo, pero la
ronca voz fue atenazada,
fueron pétreos los labios.
El ansia de ceñir movió
la carne, esclareció los
huesos inflamados, pero los
brazos al querer tenderse
murieron abrazados.
Pasó el amor, la luna entre
nosotros y devoró los cuerpos
solitarios, y somos dos
fantasmas que se buscan y se
encuentran muy lejanos.
Autor Juan Alonso Nebreda
9 de Septiembre del 2013
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